dos días después de estar en Amberes volvimos otra vez, aunque solamente para hacer un cambio de tren; los trenes a Amsterdam salen de esta estación. Un camino entretenido aunque algo pesado porque por problemas en las vías tubimos que cambiar otra vez de tren entre el último pueblo de Bélgica (Essen) y el primero de Holanda (Roosendal). Pasamos por Rotterdam, edificios altos y grises y por La Haya, más soleado para que los criminales de la antigua Yugoslavia se bronceen. Llegamos a Amsterdam, manadas de turistas por la zona roja, una mezcla entre un parque temático y Benidorm en verano, el mismo tipo de gente. Al menos parece que este tipo de turista va a lo que va y no quiere ni oir que hay más ciudad alrededor de esa zona, cosa que se agradece bastante. Paseos y más paseos, lluvia y más lluvia, frío y más frío.
La casa de Anna Frank es una pura atracción para sacar dinero, no tiene nada especial, es carísimo entrar y deja mucho que desear, de todos modos, que más queremos ver de la casa de una niña que escribía en su diario...
El museo Van Gogh, pues esoVan Gogh, así que bien.
El Jordaan es un barrio muy majo y sus alrededores con el cinturon de canales también, estupendas tiendas de ropa de segunda mano de los años 30 y pequeñas cafeterías.
Supongo que tanto frío y tanta lluvia unidos a un viento comparable al cierzo zaragozano no es la mejor manera de ver esta ciudad, que seguro tiene rincones y rincones que visitar pero en dos días no hemos podido encontrar, estaría bien volver con buen tiempo...
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